LA MARATÓN

El entreno de hoy es serio y sobre todo largo, así que tonterías las justas.

Pensando en el futuro y en la maratón que queremos organizar, los chicos de Kilómetro 0, querían reconocer el circuito y como no, había que enseñárselo. Al final solo vienen tres, los hermanos y Fernando. Salimos dirección Pozuelo por el maltrecho camino de los Májanos, que sorprendentemente estaba decente, al igual que el camino de la Huerta.

La jornada es larga y por ello todo lo que podamos guardar, vendrá bien. Dejando atrás la primera parte, más bien técnica y entremos en la rodadora y los primeros palos se dejan notar, aunque esta vez no vengan del Rubio, pero yo a lo mío, que ya pararán. Los crack, marcan un ritmo al que sigo, eso me alivia un poco. Llega el cortafuego, harina de otro costal, yo sufriendo y los colegas uffff cuatro pedaladas y arriba, con ello, llegamos al primer avituallamiento, “el Bardal”.

Esto sigue y el collado de Periculis nos espera, me ronda la idea de esperar a Ventura y renunciar, ¡pero que coño!, no quieres entrenar duro, pues a sufrir, escondido en el grupo y repostando, se paso un tramo demoledor, hasta Santa Cruz de Paniagua, donde la paradiña es merecida, reponer agua, un par de barritas y a seguir.

Nos queda todavía una subida, la portilla del Carquesal, la cual me adelanto en compañía del Rubio y así subirla más tranquila. El Rubio parece ¡k.o.! Y eso me mosquea. Llegamos a Aceituna por un comino bastante técnico, de lo mejor del día.

Lo del Rubio me sigue mosqueando y tengo que estar atento, otra cosa será que las fuerzas me acompañen, que esa es otra. Después de la trialera por la dehesa de Aceituna, el Rubio, me lo veía venir, pero la pólvora me duro poco, es lo que tiene cuando una va ya maduro. Al final cinco horas y cuarto, para los 94 kilómetros, eso si, el sufrimiento tuvo recompensa, comilona en las minas, lo mejor del día, el entreno también, ¡eh!

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